¿A qué suena realmente Nueva York? ¿Al edulcorado afro-pop de los Vampire Weekend? ¿Al rock experimental de los Dirty Projectors? ¿Al surf-pop de The Drums? ¿Al art-rock de los Grizzly Bears? ¿A la nueva psicodelia de los MGMT? Con el permiso de Lady Gaga, el producto más exportable hasta la fecha, un aluvión de viejas y nuevas bandas ha sabido agitar la coctelera del rock y poner al día el tópico del 'melting pot'. La capital musical del mundo sigue en su sitio, aunque el centro de gravedad se ha desplazado al otro lado del East River y el espíritu ecléctico tiene poco o nada que ver con los legendarios 70 y el sonido CBGB.
"Podría entrar en detalles sobre cómo la ciudad está en todos y cada uno de nuestros temas, pero ya lo sabéis de sobra", proclamaba hace unos días Ezra Koenig, en la puesta de largo de Vampire Weekend, catapultados al número uno con su segundo álbum, 'Contra'. La peña neoyorquina llenó hasta el voladizo el United Palace Theater durante dos días y asistió al ascenso a los cielos de la banda 'indie' del momento, que pronto se lanza a la conquista del mundo (el 27 de febrero en Barcelona y el 28 en Madrid).
Lo suyo, insisten, es el "Soweto del Upper West Side", producto exclusivo del barrio más blanco de Manhattan, allá donde la Universidad de Columbia levantó un muro casi infranqueable con Harlem. Los tiempos cambian, y los niños ricos le sacan punta al 'soca' y a la 'chimurenga', alumnos aventajados de Paul Simon y su legendario 'Graceland'.
Otro héroe local que apadrina a la nueva hornada es David Byrne, que se lanzó recientemente a los escenarios con su tocayo David Longstreth, el alma de los Dirty Projectors. Al cabo de cinco álbumes, y con Amber Coffman como media naranja musical, Longstreth ha sido consagrado ya como el cabecilla del rock experimental 'made in Brooklyn' con 'Bitte Orca', el disco que les ha abierto las puertas del éxito comercial. Nacido en Connecticut, el líder de los Dirty Projectors tiene su peculiar oído para el sonido de la ciudad: "Somos austeros, obesionados con la autenticidad, como se supone que son las bandas de aquí".
"Podría entrar en detalles sobre cómo la ciudad está en todos y cada uno de nuestros temas, pero ya lo sabéis de sobra", proclamaba hace unos días Ezra Koenig, en la puesta de largo de Vampire Weekend, catapultados al número uno con su segundo álbum, 'Contra'. La peña neoyorquina llenó hasta el voladizo el United Palace Theater durante dos días y asistió al ascenso a los cielos de la banda 'indie' del momento, que pronto se lanza a la conquista del mundo (el 27 de febrero en Barcelona y el 28 en Madrid).
Lo suyo, insisten, es el "Soweto del Upper West Side", producto exclusivo del barrio más blanco de Manhattan, allá donde la Universidad de Columbia levantó un muro casi infranqueable con Harlem. Los tiempos cambian, y los niños ricos le sacan punta al 'soca' y a la 'chimurenga', alumnos aventajados de Paul Simon y su legendario 'Graceland'.
Otro héroe local que apadrina a la nueva hornada es David Byrne, que se lanzó recientemente a los escenarios con su tocayo David Longstreth, el alma de los Dirty Projectors. Al cabo de cinco álbumes, y con Amber Coffman como media naranja musical, Longstreth ha sido consagrado ya como el cabecilla del rock experimental 'made in Brooklyn' con 'Bitte Orca', el disco que les ha abierto las puertas del éxito comercial. Nacido en Connecticut, el líder de los Dirty Projectors tiene su peculiar oído para el sonido de la ciudad: "Somos austeros, obesionados con la autenticidad, como se supone que son las bandas de aquí".
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